Vicente Garrido Genoves
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“Vivimos en un terremoto permanente… y sólo los más aptos sobrevivirán.”
En otros tiempos, cuando los cambios eran apenas perceptibles en la sociedad, cuando todo parecía inmutable para lo que se consideraba una vida de duración normal, la teoría darwiniana de que sólo los más aptos en la adaptación a los cambios sobreviven nos parecía algo propio de los fósiles, de una historia evolutiva de millones de años que sólo acertábamos a comprender en un sentido abstracto. “Eso no lo verán mis ojos”, solíamos afirmar, con aire de profundo escepticismo acerca de cualquier idea que rompiera el estado de cosas en el que vivíamos instalados. Pero esta actitud mental ha cambiado, y lo ha hecho de modo profundo y global. Cuando entramos ya en pleno periodo estival, déjenme que reflexione con ustedes acerca de dos de esos cambios.
En nuestro país estamos viendo que las viejas estructuras políticas han reaccionado tarde y mal ante un huracán que se ha llevado a muchos por delante. Cuando Rajoy insiste en que el progreso económico es un hecho y los españoles deberíamos centrarnos en lo que es “serio”, no se entera de que una panorámica sobre el consejo directivo del partido desalienta a cualquiera, porque todos ellos son ya parte de un pasado extinguido. Sólo Cristina Cifuentes parece conectar con el nuevo nicho ecológico, enarbolando las virtudes de un moderno político moderado, capaz de replicar con conocimiento a los misiles de la nueva izquierda, quienes (paradójicamente, como la extremista de derechas Marie Le Pen) no dudan en atacar de frente al ideal de la Europa Unida que surgió tras la segunda gran guerra. En resumen, los viejos dinosaurios van a desaparecer (e incluyo aquí al 'velocirraptor' president Mas), pero ellos todavía no lo saben. Ahora la economía importa, pero de modo casi inédito, también son cruciales los mensajes dedicados al aquí y al ahora, a un 'presentismo' que no trabaja con las imágenes de lo que pueda suceder en 20 o 30 años. Los ciudadanos ya no quieren esperar: quieren soluciones ahora, y están dispuestos a muchas cosas por obtenerlas.
El papa Francisco. Hay en él una conexión profunda con el espíritu de los tiempos, y ha comprendido que el discurso tradicional católico que pasa tangente ante la realidad de las cosas ya no se sostiene. Sin renunciar a lo que representa, se atreve a cruzar ríos muy revueltos. Otra muestra es su viaje por diversos países hispanos en estos días: al tiempo que exalta las virtudes del cristianismo, lee la realidad de los infortunios de sus fieles y los muestra al mundo con indignación.
Mientras nos enfrentamos a la mayor amenaza de violencia conocida desde II Guerra Mundial, el islamismo terrorista (por su capacidad insidiosa y extraordinariamente cruel), vemos que la paz, la cultura y la economía están en un hatillo que afecta al planeta entero. Vivimos en un terremoto permanente… y sólo los más aptos sobrevivirán.
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