martes, 1 de septiembre de 2015

EL CUARTO MANDAMIENTO

Vicente Garrido Genoves



Destacado: 
“De vez en cuando se quiebra el orden natural, y mana la sangre entre quienes debieron quererse y protegerse para siempre.”

LAS PROVINCIAS explicaba escuetamente lo sucedido: “La mujer de 45 años que falleció en una vivienda incendiada en Vinaròs el pasado domingo lo hizo «por causas violentas y debido a heridas causadas por arma blanca infligidas, presuntamente, por su propio hijo» de 20 años, detenido por un delito de homicidio el pasado martes. Las investigaciones realizadas por la Guardia Civil concluyen que «el único autor material» de la muerte fue su hijo. La pareja de la víctima, por su parte, quedó en libertad sin imputación”. Estos casos son muy poco frecuentes, y generalmente los hijos que matan a sus padres son mayores de edad (aunque hay casos muy notables de parricidios cometidos por menores de 18 años). En términos de parricidio padres-hijos, lo habitual es que sean los padres quienes maten a sus hijos (20-25 al año), incluyendo aquí a los padrastros.

Cuando un hijo mata a sus padres (o a cualesquiera de ellos) actúa movido por tres razones fundamentales: la primera es la enfermedad mental, esquizofrenia y trastornos asociados. Estos jóvenes están bajo la supervisión de sus padres y es lógico que sean ellos quienes estén más a mano cuando las cosas se tuercen y el hijo crea que ha de matarlos para escapar de un mal inminente o cumplir un propósito delirante. La segunda razón fundamental es la ira, asociada muchas veces en un arrebato a fuertes deseos de venganza. Se trata de un acto que cierra definitivamente el conflicto de una convivencia muy difícil, plagada de recriminaciones mutuas y de imposiciones o limitaciones que progresivamente iban erosionando los controles de la violencia por parte del hijo. Aquí lo fundamental es que el hijo es un ser peligroso y muy probablemente el padre o la madre no lo sepa; es decir, que nunca imaginara que podría hacer algo así. Una variante de este grupo más comprensible es cuando un hijo mata al padre o padrastro (generalmente) en defensa de una madre abusada durante mucho tiempo.

El último grupo incluye a hijos ambiciosos, que desean los bienes de sus padres. Tras una vida de conflictos, estos hijos suelen romper con la vida familiar y, asociados generalmente a alguna pareja, un día piensan en que el dinero paterno estaría mejor en sus manos… y que para tal fin los padres son el obstáculo a eliminar.

Resulta muy difícil predecir y, en consecuencia, prevenir este tipo de homicidios. Sin duda, el cuarto mandamiento, que dice así: “Honra a tu padre y a tu madre, para que seas feliz y se prolongue tu vida sobre la tierra”, no hace sino recoger el legado de amor recíproco entre padres e hijos que el desarrollo de nuestra especie a lo largo de la evolución inculcó en nuestros genes para maximizar nuestra supervivencia. Pero de vez en cuando se quiebra el orden natural, y mana la sangre entre quienes debieron quererse y protegerse para siempre.


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