domingo, 11 de octubre de 2015

MUNDO JURÁSICO

Vicente Garrido Genoves



Destacado: 
“Hoy el miedo es verse fuera del sistema: sin trabajo, sin educación, sin vivienda.”

En la película El mundo jurásico, que ha abierto este verano en la mejor tradición del cine de aventuras, el ser humano se enfrenta al miedo primitivo asociado con nuestro pasado evolutivo. Ese es el secreto de su éxito arrollador: con la ayuda de la nueva generación de efectos digitales (muy superiores al original Parque Jurásico de Spielberg), las bestias descontroladas amenazan la supervivencia de los turistas del parque temático. Es la inteligencia del homo sapiens la que finalmente consigue derrotar al monstruo, no las armas o un accidente feliz fortuito.

La película muestra la violencia tal y como es en la naturaleza: quien es más fuerte se come todo. Frente a la colosal fuerza de los dinosaurios, la capacidad de colaborar en un esfuerzo común orientado por el pensamiento es lo que hace realmente grande al hombre, prácticamente invencible. Por ello mismo, es el hombre, como tantas veces se ha dicho, su peor enemigo. En las disputas de naciones y grupos, de partidos y religiones, la capacidad para negociar ha de luchar con la de dominar y conquistar, porque ambas pulsiones forjaron nuestra especie: aprendimos a colaborar porque solos no éramos nadie frente a una naturaleza hostil e implacable, y esa asociación desarrolló y acrecentó nuestro impulso agresivo para la supervivencia.

Ya no existe una naturaleza que conquistar; más bien aparece como objeto a proteger de nuestra ambición por despojarla. El miedo que nos deja pegados a la butaca ante El mundo jurásico es un reflejo de ese instinto, pura nostalgia, pero muy eficaz en su gratificación emocional. Ahora los miedos son más difíciles de definir, los enemigos son más complejos en su comprensión; ya no sabemos bien cuál es el camino que nos devuelve seguros al calor del poblado. La única excepción es el que afirma matar porque quiere exterminarnos; los terroristas de hoy son más nítidos, porque no enarbolan banderas de justicia social amparadas en pensadores revolucionarios; lo suyo es decapitar y volar mercados, algo que deja poco espacio a la duda.

El gran reto de este siglo es articular los intereses de las tribus que comparten espacio en este planeta, mientras se combate a los dinosauros carnívoros que todavía quedan. Somos muy dispares, y no sólo buscamos equidad, sino que amamos nuestra lengua y los ritos que nos definen. El arte difícil de la política es la expresión cultural de la capacidad de la mente para lograr una sociedad más o menos justa, que mantenga bajo control los impulsos violentos (hacia uno mismo y hacia los demás) de los que se sienten perjudicados o discriminados. Hoy el miedo es verse fuera del sistema: sin trabajo, sin educación, sin vivienda. El cine solo duró dos horas. Ahora viene la realidad ‘del cambio’; una nueva oportunidad de hacer valer nuestro cerebro.


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